domingo, 23 de febrero de 2014

Petaqueros de Lujo (7): Sebastián Fernández Jiménez


Hoy presentamos en nuestra sección Petaqueros de Lujo a Sebastán Fernández Jiménez. Nació el 18 de enero de 1942. Llega a nuestro pueblo a la edad de trece años, procedente de La Alcaría, una de las fincas de los montes cercanos a nuestra localidad, donde su padre trabajaba en las labores del monte.
Entra en la aparcería de Juan Jaén, donde recuerda con gran cariño las primeras faenas que empezó a hacer. García, uno de los aparceros, le dio unos trozos de retales de piel y una chaveta y le mostró cómo se rebaja para que fuese adquiriendo el dominio de la herramienta. García quedó sorprendido por la destreza de este petaquero al sacar las láminas de piel hasta llegar a la flor de esta (la flor es la epidermis). En esta petaquería trabajaba Sebastián Pulido. Él trabajaba a su lado como aprendiz y de él tomó esas primeras nociones en este oficio. Recuerda cómo le ayudaba en las tareas que le daban por cuenta después de la jornada, y como anecdota lo aficionó al Athletic de Bilbao. Le preguntó de qué equipo era aficionado, y él le dijo que en el campo, de donde venía, no sabía nada de fútbol, así que le regaló los cromos para que fuese coleccionando un álbum. También recuerda las primeras tareas que le dan por cuenta: hacer fuelles y esas correíllas de ataúd donde empieza a mostrar sus habilidades en el desempeño de las enseñanzas que va adquiriendo. Estas faenas las hacía en la cuadra de su casa con la luz de una vela. También recuerda cómo Francisco Jaén, hijo de Juan, hacía unos americanos con dos talcos volantes y le ayudaba a darle almidón a los vivos para rodear. Le daba un duro y ese dinero extra lo dejaba para ir al cine. Uno de los cometidos de los aprendices que tenían era llenar los tarrros de pegamento a los oficiales al final de la jornada. Los bidones de pegamento estaban en un patio y allí era donde reponían este adhesivo. En estas, se fue la luz y Antonio el Tronchapino encendió un mechero con tan mala fortuna que los gases que desprendía el pegamento del tarro que estaba llenando se prendieron, y él lo tiró y fue a caer a la pierna de Sebastián. Nos mostró las secuelas de aquella mala tarde-noche. Nos hace mención del buen comportamiento que tuvieron los dueños de la aparcería para que se restableciera de sus heridas. Aquí nos relata con gran sentimiento que su gran maestro fue Sebastián Pulido.
A los dieciséis años entró en la aparcería de Pino Bazán, José Jiménez y Juan Rojas. Pino le dio una tarea de veinticuatro carteras de badana blanca de catorce (que es la medida), y cuando se la entregó dijo que ya podía trabajar por sí solo. En esta empresa, cada vez que le daban una tarea, algunos de los moldes estaban defectuosos y él los cortaba de nuevo así como los de la clásica agenda que se hacía en la fábrica, que los cortó todos nuevos. En 1961 lo dieron de alta como oficial de segunda en esta aparcería que estaba a nombre de Juan Rojas, y allí desempeña la labor de hacer los diferentes patrones que tenían las piezas y permaneció en esta empresa hasta 1980, año en que se cerró.
Tiene un periodo de ocho años donde trabaja por su cuenta, hasta que Rafael Medinilla lo contrata en su empresa "Ranchel Modas", haciéndole un muestrario de pequeña marroquinería. Aquí desempeñó el cargo de jefe de taller y patronista. En esta casa le trabajó a firmas como Emidio Tucci y es donde se jubila.
Sebastián quiere agradecer a todas las personas que trabajaron y compartieron tantas horas en este oficio con él. [Fotos: Paco Solano]
















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